
A lo largo de su vida, Sandra Esturao (Barakaldo, 1984) siempre se ha sentido fascinada por el poder de las imágenes y la representación. Millenial de libro, crece rodeada de plastilina, lapiceros de colores y la Súper Pop.
En 2002, y para disgusto de sus queridos padres, comienza la Licenciatura en Bellas Artes en la Universidad del País Vasco. A falta de un año para finalizar la carrera, deja los estudios a un lado para embarcarse en un proyecto multidisciplinar que aúna el comercio tradicional con la organización de eventos. En este viaje, que dura diez años, cuenta con la resiliencia como eterna y necesaria compañera, hasta que en 2017 decide que es el momento de probar la experiencia de cobrar una nómina fija al mes.
Su pintura es rápida y su cuerpo, el protagonista. Acrílico recién salido del tubo, pero trabajado con texturas para añadir dimensionalidad y dramatismo. Bebe de las influencias de Basquiat y del expresionismo abstracto, aunque está enamorada del orden del imaginario de Wes Anderson. La simetría le provoca ASMR y es una constante en sus fotografías. Se autodeclara insustancial y reclama el derecho a los traumas, la superficialidad, lo kitsch, la mediocridad y la contradicción.